Ceres, desolada, llegó a Eleusis, mientras la tierra se convertía en un manto seco y los cultivos se marchitaban, debido a la tristeza de su benefactora.
Cuando llegó al lago de Siracusa, encontró allí el velo de Proserpina y comprendió que el raptor de su hija había pasado por aquel lugar; después supo por boca de la ninfa Aretusa que el audaz amante se llamaba Plutón, el mismo rey de los infiernos.
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