lilith la primera esposa
Indudablemente la "rebeldía" tenía su encanto. Dios estaba tan seducido con su nueva creación que era condescendiente con ella, admirado del encanto con el que Lilith desoía los reclamos y pataletas de su compañero. Pero Adán no estaba contento con la rebeldía de Lilith, ni con el hecho de que Dios le permitiera ir a su aire de ese modo. Lilith no obedecía la orden de sumisión para la que estaba creada; pensaba que era igual a su compañero, que tenía los mismos derechos que él porque habían sido creados con el mismo barro, no se sentía inferior, ni débil, ni dependiente como las hembras de las demás especies. Era una mujer íntegra y como tal quería gozar, al igual que Adán, de la vida y de todo lo que ésta implicaba, incluidos la sexualidad y el erotismo.
Eso hacía que Adán se sintiera inferior, confuso. Era una afrenta a su virilidad. Así que, viendo que Dios no la obligaba a cumplir con su misión de complacerle a él, decidió usar la fuerza para obligarla él mismo a satisfacer sus deseos. Emboscó a Lilith cuando salia de su baño junto a la cascada y quiso forzarla a satisfacerle.
Lilith, asustada e indignada en partes iguales debido al comportamiento brutal de su compañero cometió la transgresión imperdonable: pronunció el nombre inefable de Dios. Pero la Ley establece la prohibición; Yaveh es el Dios que no se menciona. Si en el nombre de la divinidad se concentra toda la fuerza vital de una comunidad, el pronunciarlo convierte a quien lo haga en un demiurgo capaz de inventar el Universo. La capacidad de los seres humanos de crear a través del lenguaje los acerca en algo a la divinidad, pero en el rostro impenetrable de Dios, en el silencio de su verdadero nombre está el límite. Lilith, en su temor, oso pensar que tenía derecho sobre su voz, derecho a la palabra, derecho a nombrar, derecho al logos. Lilith osó pensar que podía decidir sobre su propio cuerpo, sobre su placer, sobre su sexualidad. Lilith osó pensar que tenía los mismos derechos que Adán, de quien había aprendido el nombre secreto de Dios.
Dios se enojó muchísimo con ella por esta transgresión, aunque en su fuero interno desaprobaba la actitud dominante de Adán, que pretendía tomar por la fuerza a su indómita compañera. Así que decidió concederle a Lilith un par de alas, como ella pedía, para que pudiera huir de Adán si volvia a intentar propasarse con ella de ese modo, bajo la condición de que ella debería ser más comprensiva y atenderle como debía sometiendose a sus peticiones para ser una mejor compañera. Lilith aceptó en un principio, pero eso la hizo infeliz.
Un día, cansada de los lloriqueos caprichosos de Adán y de las presiones de Dios, decidió que el Paraíso no tenía nada de maravilloso y se fué. Así de simple, sin sentir una pizca de remordimiento o de culpa, abrió sus nuevas alas y se marchó del Edén. El pecado todavía no existía. Cuentan que le dejó todo a Adán, no se llevó ni una hoja de parra. Su desnudez la hacía sentir hermosa y fuerte.
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