Lilith: la primera esposa
Génesis 1 27. "Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; lo creó a la imagen de Dios, los creó varón y mujer.
1 28. Y los bendijo, (…)."
Dios creó al hombre a su propia imagen el sexto día y le dio el dominio del mundo. Eva no existía todavía así que Adán estaba solo y era una criatura única en su especie, la más sublime. El ser más parecido a Dios de toda la creación. Dios había dispuesto que Adán diese nombre a todas las bestias, aves y otros seres vivientes. Cuando desfilaron ante él en parejas, macho y hembra, Adán —que ya era un hombre de veinte años completamente maduro en el momento en que fue creado— sintió celos de su amor, y aunque copuló con cada hembra de cada especie animal, por turnos, no encontró satisfacción en el acto.
Ninguna de esas criaturas estaba hecha para él, así que no le servía como compañera ni la cierva, ni la leona, ni ninguna otra hembra de ninguna especie. Entonces se dio cuenta de que estaba solo y que no quería estarlo. Deseaba una compañera, como todas las demás criaturas del Señor. Por ello se plantó ante Dios y exclamó: « ¡Todas las criaturas tienen la pareja apropiada, menos yo!», rogándole al Creador que remediara esa injusticia. Así que Dios, accediendo a su petición, recogió un puñado de sedimentos del suelo y creó a la mujer, que se llamó Lilith, "Aliento", ya que para insuflarle vida sopló en su garganta. Lilith, la primera esposa de Adán, estaba hecha con "arcilla del suelo", igual que él.
Era hermosa, vital, inquieta, inquisitiva… libre… y no disimulaba su risa cuando Adán, todavía un novato en esto de estar en el Paraíso, se equivocaba. La mirada divertida y burlona de Lilith lo desconcertaba. ¿Cómo se podía reír de él, que estaba hecho a imagen y semejanza de Dios y Dios era perfecto y todo lo hacía bien? Los primeros tiempos, Adán estaba entusiasmado con esta mujer, que representaba todo un desafío. Pero después se cansó de tener que reflexionar con ella, negociar y llegar a acuerdos en los que en ocasiones, según él, "salía perdiendo"… además ella no quería estar siempre "abajo", sabía lo que quería y pedía lo que tenía ganas. Era muy exigente y se sentía igual a él.
Adán y Lilit nunca hallaron armonía juntos, pues cuando él deseaba tener relaciones sexuales con ella, Lilit se sentía ofendida por la postura acostada que él le exigía. «¿Por qué he de acostarme debajo de ti? —preguntaba—: yo también fui hecha con polvo, y por lo tanto soy tu igual» Lilith le propuso, entonces, ciertos cambios para que también ella pudiera sentir placer. Él, por supuesto, se negó: ella debía aceptar la imposición de amarlo mirándolo siempre desde abajo. Sin embargo, Lilith se resistía a reconocer como superior al hombre, aunque él tuviera en el cuerpo la marca de la divinidad.
Fue por esa época que él se tomó muy en serio lo de "dominar a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven en la tierra", y comenzó a dar órdenes que Lilith prolijamente no cumplía. Desalentado visitaba a Dios y le contaba sus tribulaciones. El Creador, cansado de tantos lamentos, habló con Lilith: "Adán es un buen muchacho, mira que paciencia que tiene contigo, ¿dónde vas a encontrar otro? Mejor hazle caso." ¿Hacerle caso? ¿Subordinarse a ese "buen muchacho" incapaz de entender que eran diferentes, pero que eso no significaba ser mejor o peor, reacio a aceptar una convivencia sin jerarquías, en un plano de igualdad? No, decididamente NO. Habían sido creados el mismo día y de la misma manera, por lo tanto tenían los mismos derechos, argumentó Lilith y se fue a nadar despreocupada en la cascada, exhalando a su paso un aroma a madreselva y musgo que hizo suspirar al Creador.
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